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Por la Espiral
Por
Claudia Luna Palencia
Trump sellará el declive del imperialismo yankee
No hay mal que dure cien años, ni imperio infalible. Y, Estados Unidos,
gobernado por Donald Trump, junto con un grupo de oligarcas, va camino de
experimentar una mayor debilidad en menoscabo de la economía norteamericana y de
su influencia geopolítica y geoeconómica en el mundo.
De hecho, hay varios expertos que comparan el declive norteamericano con la
forma en cómo menguó el Imperio Romano de Occidente, cuya caída sucedió el 4 de
septiembre del año 476 después de cristo, cuando el general bárbaro Odoacro
derrotó y mató a Orestes y depuso al emperador Rómulo Augusto.
Ese fue el punto final de la caída de Roma, como poder hegemónico, en una amplia
área de influencia y de actuación que incluyó no solo a Europa también a África
y Oriente Próximo. Durante todo un siglo, se erigió una civilización basada en
los valores de Roma.
Pero su declive fue resultado de un proceso complejo impulsado por una
combinación de factores: económicos, financieros, políticos, militares y
sociales, junto con invasiones bárbaras externas. También por una creciente
corrupción de sus líderes políticos y toda una trama llena de traiciones rodeada
de ambiciones.
Con el paso del
tiempo fue menguando la influencia de Roma en el mundo; fueron perdiendo
territorios; cada vez resultó más costosa la financiación de sus guerras y la
economía interna quedó atrapada en una maraña burocrática y de corrupción.
La escritora griega, Christina Athanasiou, señala que a medida que el
imperio luchaba por equilibrar sus gastos, el contenido de plata de sus monedas
romanas se redujo gradualmente; hubo una devaluación acompañada por una
inflación galopante y una menor confianza en la moneda.
Además, la cesión
de territorios clave agotó aún más la base impositiva y Athanasiou, estudiosa
del tema, indica cómo le afectó esto a Roma: “Fue perdiendo el control
sobre las regiones prósperas, especialmente en el norte de África, que servían
como granero del imperio; el impacto, además, se sintió en la base de los
recursos imponibles lo que llevó a una erosión de los ingresos, un incremento en
los déficits presupuestarios y la incapacidad de financiar eficazmente sus
servicios militares y públicos”.
Bajo estas
consideraciones y haciendo un paralelismo con la hegemonía norteamericana
resultante de la Segunda Guerra Mundial, la gran pregunta es: si las políticas
arancelarias de castigo impuestas por Trump a terceros países; más su obcecada
visión unilateral a que Estados Unidos dé un paso atrás en el renglón del
multilateralismo y de sus tradicionales áreas de influencia aunado a un mal
manejo de la economía norteamericana terminarán acelerando la caída de la
supremacía estadounidense.
Trump no
pretende el colapso, sino todo lo contrario, hacerle frente a China y frenar su
consolidación como la nueva potencia; sin embargo, sus decisiones van camino de
provocar justamente que Estados Unidos tenga una economía más pequeña; menos
productiva; menos competitiva y que la política de soft power aplicada
por China con su Nueva Ruta de la Seda sea muy bienvenida en todos aquellos
países en los que el republicano está castigando con aranceles y maltratando con
amenazas. Allá en dónde Estados Unidos dé un paso atrás, irá Beijing a
ocupar el sitio.
Los
problemas de Estados Unidos son acuciosos, no es algo gestado de forma
inmediata, en buena medida son resultado de su economía de guerra; se trata del
principal financiador de invasiones y guerras civiles después de finalizada la
Segunda Guerra Mundial.
Después de los atentados terroristas, del 11 de septiembre de 2001, perpetrados
por una célula de Al Qaeda, se marcó un punto de inflexión en el que China
irrumpió con fuerza tras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio
apenas tres meses después de tan lamentables sucesos.
A
COLACIÓN
Es
probable que los aranceles de Donald Trump sean contraproducentes, perjudiquen a
Estados Unidos y aceleren su declive; como también es torpe el paso hacia atrás
en materia de política internacional atacando a sus socios y aliados naturales.
Cualquier análisis prospectivo coincidirá en señalar que la economía
norteamericana no tiene fuelle para crecer a tasas sostenidas superiores al 5%
en los próximos años.
Su economía
es además la más endeudada del mundo, ¿cómo va desendeudarse? ¿con qué dinero
pagaría a todos los millones de tenedores de su deuda si decidieran cancelar
sus bonos? La economía norteamericana es una economía en bancarrota.
Además, la productividad se ha desacelerado, la infraestructura se ha
desmoronado, los costos son extraordinariamente altos para la salud y la
educación; y, hay una desindustrialización.
Hace unos días,
Radhika Desai, que ha dado clases en la Universidad de Manitoba, explicaba que
el problema es que Estados Unidos se ha desindustrializado mucho: “La economía
se ha vuelto tan penetrada por las importaciones que cada vez que hay
crecimiento, cada vez que la gente tiene un mejor dinero en sus bolsillos, lo
gasta en importaciones. Es por eso que el déficit comercial de Estados Unidos
siempre se expande con el crecimiento estadounidense”.
Así es que
los aranceles son solo veneno puro para la industria norteamericana y
ruina para los consumidores norteamericanos. Gracias a Trump la economía
norteamericana será más pequeña, de hecho en la actualidad, representa el 15.9%
de las importaciones mundiales y en su mayoría provienen de México, China y
Canadá.
Los
aranceles contra socios comerciales y en especial dirigidos a China, no frenarán
el ascenso de la hegemonía china que podría alcanzarse a partir de 2030 o
2050. Hay un desplazamiento de la esfera del poder económico de Occidente hacia
Asia y Europa terminará mirando hacia Asia; muy seguramente, México y otros
países americanos lo harán igualmente.
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Claudia Luna Palencia
Journalist Economist Writer
Correspondent in Spain Revista Vértigo
W Radio Televisa
CEO of Conexión Hispanoamérica
Móvil 0034 625 18 05 34